Por Leonardo Martín
Imposible escribir una crónica del partido después de las dos horas y media de altísimo voltaje emocional vivido. Por suerte se escribe desde el triunfo, de la inmensa alegría de ver al Seleccionado Argentino en la semifinal de la Copa del Mundo tras empatar 2 a 2 y tener más puntería (y al Dibu Martínez) en la definición por penales. Ahora espera Croacia, que viene de dar el batacazo de eliminar a Brasil y que va a ser otro rival durísimo.
En medio de la alegría nos resuena la pregunta: ¿por qué terminar sufriendo tanto un partido que parecía sellado? Cuando Messi convierte el penal a los 27´ de segundo tiempo para redondear el 2 a 0 un manto de alivio se apoderó de nosotros, en un cruce muy complicado Argentina sacaba una buena diferencia, pero la tarde guardaba varios capítulos para darle suspenso a la historia.
El viejo zorro neerlandés Louis Van Gaal jugó la ficha desesperada, poner todos grandotes y tirar centros. Paralelamente Lionel Scaloni hizo un par de cambios que le sacaron peso específico al equipo. Salieron De Paul, del que tanto se había hablado en las horas previas por una supuesta lesión, y el Cuti Romero, baluarte en la defensa.
Países Bajos se agrandó y se nos empezó a venir a la carga y le dio resultado una fórmula primitiva, tan vieja como el fútbol, pero no por ello menos efectiva. A los 38´ peinó una pelota Wout Weghorst para descontar. 2 a 1. Sufrir, el destino nacional.
Con Argentina sentida por el golpe, sin poder dominar la pelota, defendiendo muy cerca del arco propio, Países Bajos se vino a la carga. Para peor el árbitro español, que podría haber salido de una película de Torrente, Antonio Mateu Lahoz dio 10 minutos interminables de descuento.
Los ex holandeses arremetieron y ya en el minuto final del descuento se encontraron con un tiro libre inmejorable tras una falta inexplicable de Pezzella frente a un rival de espaldas y con la pelota en el aíre. Otra de Van Gaal con una jugada de laboratorio que le dio el empate agónico. Por minutos se nos derrumbó el castillo, el ánimo de los millones argentinos quedó en estado de desolación.
Pero en el entretiempo el equipo retomó el control del partido. Se adelantó en el campo de juego y volvió a manejar la pelota. Lo pudo haber ganado, por lo hecho especialmente en el tramo final del suplementario. No se dio y llegaron los penales con el todo o nada.
Mención aparte para el Dibu Martínez, arquero formado en la escudería del gran Pepé Santoro, que sacó las primeras dos ejecuciones pavimentando el triunfo. Otra vez la historia guardo una dosis más de suspenso con el penal malogrado por Enzo Fernández, pero finalmente Lautaro Martínez selló una victoria para desatar una alegría y felicidad contenida en un partido que, además, se fue picanteando con los naranjas.
Pasaporte a la semifinal, metiéndose entre los cuatro mejores del mundo. Espera Croacia que es un plantel con una actitud de guerreros espartanos y que encima juegan bien. Mandaron nada más y nada menos que a Brasil prematuramente a su país cuando parecían perdidos.
Hoy es tiempo de festejos para Argentina, de desahogo tras un duro trance emocional, y con la esperanza intacta de meterse nuevamente en una final de Copa del Mundo. Nos alegramos, sufrimos, sufrimos y nos volvimos a alegrar, pero acá estamos, vivos y esperando que venga lo mejor por delante.