Crónica de las elecciones porteñas: Adorni, Santoro y la pendiente del PRO

Por Leonardo Martín 

La elección porteña de este domingo confirmó lo que día a día vemos y palpamos, lo que las elecciones en diferentes provincias expresaron en las últimas semanas: las crisis profunda de representación y un cuestionamiento al sistema político al que no se visualiza con capacidad de gestionar hacia el bien común. Dicho en modo más llano, que la gente de a pie pueda tener un mejor presente y expectativas hacia el futuro. Pero vayamos a la crónica.

Tarde noche de coberturas. Salimos rumbo a Caballito, al predio de Ferrocarril Oeste, club emblema de la clase media porteña. Allí tiene el búnker Es Ahora Buenos Aires, la fuerza política que encabeza Leandro Santoro.

Ingresamos a un gimnasio lindante a la cancha. Techo curvo, abovedado. El lugar parece un búnker, pero de la Segunda Guerra Mundial. Es cierto, cortado por el verde utilizado por la fuerza política de decorado. Se siente un clima frío en el ambiente. Calmo, sin el vértigo de coberturas de otras elecciones. En la sala solo hay periodistas, camarógrafos y un catering que cumple efectivamente su función.

Poco después de las 7 de la tarde aparecen los primeros resultados. Sorpresa con Manuel Adorni de La Libertad Avanza primero, Santoro segundo y Silvia Lospenatto del PRO tercera cómoda. Surgen las charlas con otros periodistas, se escuchan diálogos, se actualizan pantallas permanente. Algunas comunas, sobre todo del sur van cambiando de color en el mapa de los resultados oficiales.

Primeras impresiones. Elección lapidaria para el PRO que pierde por lejos en su patria chica, en el lugar donde tuvo nacimiento y por largo tiempo fue imbatible. Santoro hace una elección correcta con números acordes, punto más puntos menos, a lo que el peronismo saca en la Ciudad. La desilusión pasa por las expectativas de quedar primer y arriba de los 30 puntos. El otro dato que se va confirmando con el correr de los minutos es la bajísima participación electoral. Votó el 53% del padrón habilitado.

Poco después de las siete de la tarde se ve en las pantallas hablando a Jorge Macri. Los rostros apesadumbrados lo dicen todo. La iluminación lúgubre completa y da tonalidad a una escena que transmite la derrota en toda su potencia.

Jorge Macri se lamenta por la «nacionalización de la elección» y explicita lo evidente, van a tener que hacer acuerdos en la Legislatura. Silvia Lospenatto admite que «la elección no fue la esperada».

8 de la noche. Irrumpen en la parte destinada a la prensa Santoro y los integrantes de la lista. Se acomodan rápidamente frente a las cámaras. Toma la palabra Santoro. Rostro circunspecto. «El PRO dejó de representar a las mayorías», lanzó.

«Nos enfrentamos a dos Gobiernos: el porteño y el Nacional», apuntó tras lo cual indicó que «este resultado nos obliga a seguir trabajando en la Ciudad que queremos, inclusiva y pujante». Celebró sumar dos nuevos legisladores llegando a 20 convirtiéndose de ese modo en la primera minoría.

Como ocurrido en las elecciones provinciales, se impone la abstención. El 47% del electorado habilitado no fue a votar. 

Flashback. 2001. Otra época de crisis de representación. El discurso antipolítico (que también es político) planteaba poner una feta de jamón o de salame en el sobre; irse a más de 400 km para no votar, presentarse en una comisaría para tener un certificado y evitar la sanción o impugnar de algún modo creativo al voto. Lo que se ve ahora es desinterés liso y llano. Un cuestionamiento silencioso a esta democracia con la que no se come, no se educa ni se cura, parafraseando a Raúl Alfonsín. A propósito, Evolución, la fuerza de Martín Lousteau sacó el 2% de los votos.

La crisis es de la política, así como está. Gran parte de la población no la está viendo como una herramienta para el bien común. En ese contexto calan los discurso de odio, violentos, antiestado, antiderechos laborales en otra franja que participa y da respaldo a La Libertad Avanza.

Volviendo a la crónica. Apenas pasadas la ocho de la noche ya no hay mucho para hacer en el búnker. Tras los 2:30 minutos de Santoro se van todos los candidatos. No hay preguntas, no dan entrevistas.

Avenida Avellaneda. Afuera hay un pequeño grupo del Frente Patria Grande que canta. No mucho más. Pasan los autos al borde de pisar a los transeúntes que están en la zona.

Es temprano, con Ramiro Coelho, compañero de cobertura, decidimos ir al búnker de La Libertad Avanza ubicado sobre la Avenida Córdoba propiedad de Eduardo Elzstain, mecenas de Javier Milei.

Apenas un puñado de militantes. Mayormente jóvenes y varones. Algunos curiosos. No hay fervor. La fuerza de La Libertad Avanza no se traduce en presencia callejera ni en actos multitudinarios. Tiempos nuevos de la política. Votos sin calle ni manifestaciones populares.

No duramos mucho. Nos vamos hablando con Ramiro. No podemos ocultar el pesar por este presente y por una Argentina que se configura hacia un lugar hostil para las grandes mayorías, con concentración económica y entrega de los recursos naturales del país. Nos atraviesa un clima de desazón e impotencia. Analizamos las internillas del peronismo en este contexto tan adverso.

Cuando uno analiza los datos y como se repartieron los votos en términos de una identidad política más duradera no hay tanta sorpresa. Es sobre todo, La Libertad Avanza fagocitando al PRO que dejó de ser el partido moderno de derecha que podía disputar desde los votos.

Desde el 2023 para acá ha entrado en una pendiente irremediable. De casi el 50% de la elección del 2023 al 18% con Lospenatto a la cabeza. No es más el partido moderno, de gestión eficiente. Habría que estudiarlo para afirmarlo, pero pareciera un partido de gente adulta y mayor que puede estar de acuerdo con muchas cosas que lleva adelante Milei, pero rechaza las formas.

¿Cambió la sociedad argentina? ¿Se volvió más individualista? ¿Estamos en un impasse o esto llegó para quedarse? ¿Cómo construir una alternativa política de mirada nacional, humana, con distribución de la riqueza que interpele a las mayorías? Preguntas que rebotan en la noche del domingo mientras encaramos por la Avenida 9 de Julio para el sur. Un poco sorprendidos, un poco preocupados y con cierta desazón de los tiempos que atravesamos, pero con la certeza, con la enseñanza de la historia de que nada es para siempre.

 

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