La UNDAV homenajeó a Horacio González

El Consejo Superior de la Universidad Nacional de Avellaneda (UNDAV) emitió una declaración ante el fallecimiento, el martes 22 de junio, del sociólogo, docente, investigador, escritor y exdirector de la Biblioteca Nacional, Horacio González.

“La universidad pública argentina estará siempre en deuda con Horacio. Desde aquellos primeros pasos en la Facultad de Filosofía y Letras, en su sede de la calle Viamonte 430, donde todo comenzó (como le gustaba decir, citando a Ernesto Laclau), hasta sus últimos encuentros con estudiantes, la enalteció en las aulas y no solamente”, dice el documento.

Entre los reconocimientos y distinciones que recibió se destacan el de Doctor Honoris Causa otorgado por la Universidad Nacional de La Plata, el de Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, el Premio José María Aricó de la Facultad de Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, y la declaración con la que fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

“Que su voz se haya apagado es ya un abismo, y nos deja más solos, más solas, en este escenario trágico en el que se hace aún más incierta nuestra estremecida condición de sobrevivientes, puesto que la inconmensurable tarea de reconstrucción tendremos que afrontarla sin su palabra”, señaló el Consejo Superior en la declaración.

 

DECLARACIÓN CONSEJO SUPERIOR

Homenaje a Horacio Gonzalez

Esta Declaración del Consejo Superior de la Universidad Nacional de Avellaneda, solicita
los rigores de la formalidad institucional para expresar el dolor frente a la muerte de uno
de los más grandes intelectuales argentinos. Y, sin embargo, esos rigores se tornan
imposibles. Horacio González fue escritor, sociólogo, exdirector de la Biblioteca Nacional y, sobre todas las cosas, un maestro, en el sentido más profundo de esa hermosa palabra, a la que honró en cada momento de una trayectoria ejemplar.

Que su voz se haya apagado es ya un abismo, y nos deja más solos, más solas, en este
escenario trágico en el que se hace aún más incierta nuestra estremecida condición de
sobrevivientes, puesto que la inconmensurable tarea de reconstrucción tendremos que
afrontarla sin su palabra.

La universidad pública argentina estará siempre en deuda con Horacio. Desde aquellos
primeros pasos en la Facultad de Filosofía y Letras, en su sede de la calle Viamonte 430,
donde todo comenzó (como le gustaba decir, citando a Ernesto Laclau), hasta sus últimos encuentros con estudiantes, la enalteció en las aulas y no solamente. Ahí está Saberes de pasillo (2018) para atestiguarlo. Y, también, aquella maratónica jornada de noviembre de 2013, cuando —una vez más: por fuera de todo formalismo institucional— docentes, amigos y amigas le expresaron la potencia invencible de su legado. Fue en el aula 100 de la sede de la Facultad de Ciencias Sociales, luego de haber atravesado una seria dificultad de salud. El propio González cerró aquel encuentro: “Quiero decirles que ustedes esta noche no han hecho más que alimentar un mito. Un mito que, no bien atraviese esa puerta, comenzará a derrumbarse”.

Su paso por la Biblioteca Nacional no solo estuvo a la altura de los grandes nombres que le precedieron: Horacio selló una marca cultural, política y dialógica sin precedentes, a la que todavía es necesario dimensionar y recuperar para los tiempos por venir.

En sus polémicas tempranas con Borges, en su lectura erudita del genial escritor, en su
serena reflexión estampada en letra de molde, se iba forjando una curiosa paradoja:
González se configuró, incluso a su pesar, en una suerte de punto mítico en el que
convergen todas las grandes discusiones sobre eso que nadie puede definir: ser argentino.

Esa condición, que ejerció como pocos/as, confiamos en que será valorada en toda su
inabarcable dimensión, más temprano que tarde.

Su obra, extraordinaria, polémica, heterodoxa, ineludible, no será posible nombrarla en los estrechos marcos de esta declaración, mas se trata de una referencia fundamental para comprender nuestros más persistentes enigmas y nuestras más profundas vicisitudes sociales, políticas, culturales y literarias.

Entre los reconocimientos y distinciones que recibió se destacan el de Doctor Honoris
Causa otorgado por la Universidad Nacional de La Plata, el de Doctor Honoris Causa de la Universidad Autónoma de Entre Ríos, el Premio José María Aricó de la Facultad de
Filosofía y Humanidades de la Universidad Nacional de Córdoba, y la declaración con la
que fue nombrado Ciudadano Ilustre de la Ciudad de Buenos Aires.

Horacio reflexionó, también, con singular agudeza sobre el mundo en pandemia, en el
inmediatamente antes de que el SARS-CoV-2 lo llevara a una internación de la que ya no pudo recuperarse. Frente a las expresiones extremas, la prisa pospandémica, y las
filosofías apocalípticas, nos convocó a refundar un humanismo político y una filosofía de la esperanza. Estar a la altura de ese desafío será tanto más difícil sin Horacio. Pero nada nos parece más urgente y más necesario.

El Consejo Superior de la Universidad Nacional de Avellaneda expresa su profundo dolor y tristeza, acompaña a los/as familiares y seres queridos/as, a sus compañeros y
compañeras en este difícil momento, en especial a su compañera, nuestra querida Liliana Herrero.

Y te despide, Horacio, nombrándote como te sentimos siempre, y como siempre habremos de nombrarte: como un maestro.

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