24 de Marzo «Nunca Más»: Un café con la vida, el dolor y la historia, entrevista a Nilda Eloy

 

En este emblemático 24 de Marzo, Día Nacional por la Memoria, la Verdad y la Justicia, reproducimos el testimonio de Nilda Eloy: detenida-desaparecida junto a víctimas de La noche de los lápices, embarazadas, obreras, médicas, profesores y estudiantes. “Esto es el infierno y de acá no se sale”, le decían sus torturadores.

 

Es muy temprano, recién llego a la Ciudad de las diagonales, entro al bar donde acordamos, ahí la veo esta seria, concentrada, no triste pero si parece enojada, tiene el seño fruncido y la mirada fija en un papel que no parece leer pero si le trajo recuerdos. A simple vista se hace notar con una cabellera larga, brillante jaspeada por las nieves del tiempo (como dice el tango) una peineta marrón que saca de entre sus cabellos y cepilla su largo y hermoso pelo. Un cigarro aun apagado en la mano, pues no puede fumar dentro, y en la otra un pocillo de café corto negro, las manos llevan marcas de tanta lucha (y de tanto cigarro).

 Su rostro deja ver que aún es una mujer interesante y bonita como toda mujer luchadora. Me acerco la miro y me deslumbra con una sonrisa gigante atrapante y contagiosa se pone de pie me agarra las manos y nos damos un abrazo que duro unos cuantos segundos no sé cómo explicar pero mi cuerpo se estremeció mis ojos se humedecieron y un dejo de tristeza me invadió, me dio un beso y me dijo con su voz medio carraspeada:…”nada de mariconeadas nene”… mientras se secaba sus ojos también húmedos y remato: …”en mi época también llorábamos pero transformábamos todo eso en lucha”… vuelve la sonrisa a su cara que por arte de magia se tiñe de colorado intenso la cual resalta mas su sonrisa y sus canas.

 Me siento junto a la ventana… dos cafés mas… y cuando saco mi grabador y el cuaderno pensé con que empezar se hace un silencio corto y no me dio tiempo a nada, afino la garganta con un trago de café y… y arranco         

…Fui secuestrada el 1° de Octubre de 1976, de la casa de mis padres, donde vivía, en la ciudad de La Plata. En el momento del secuestro yo dormía en la habitación que compartía con mi hermana. Se escuchó un ruido terrible cuando abrieron la puerta. Era un grupo de más de 20 personas al mando de Etchecolatz, a quien reconozco años más tarde al verlo por televisión. Preguntaron por Jorge Falcone, dando por sentado que era mi marido, revolvieron todo y me llevaron a borde de un Dodge 1500 color celeste. Después de haber andado durante aproximadamente media hora, me hicieron bajar y caminar por una vereda angosta, de baldosas. Bajamos pocos escalones, me tiraron en el piso, luego me llevaron a otra habitación, me hicieron desnudar y acostarme sobre un elástico al que me ataron. Comenzaron después a torturarme con picana y golpes.(apenas respira y su relato es de corrido, me mira fijo y continua) Cuando todo había terminado, escuché como que pasaban a otro lado y reconocí la voz de uno de ellos (Osvaldo Lara, Oficial de Policía de la Provincia de Buenos Aires),(¿lo conocías?) Siiii… (Sonríe con un dejo de ironía y bronca) era amigo de mi madre y de su familia desde su infancia. Como una estúpida, le pedí ayuda y todo volvió a empezar de nuevo como en una pesadilla. (hace un párate, respira hondo veo sus ojos como se inyectan y explotan en lagrimas pero no se detiene y sigue luego de mirar al techo del bar como si fuera el cielo, como si viera a alguien o a algunos) No sé si él me torturaba o solo gritaba y me miraba, después me dejaron tirada en el piso, en un lugar de mucho movimiento, muy cerca de una cocina. Nos pusieron en fila india en el piso porque- decían- arriba no había más lugar. La noche en que me llevaron allí, pasaron por ese lugar más de veinticinco personas.

Al día siguiente me levantaron, me llevaron a otro ambiente y me sentaron en una silla chiquita, como de Jardín de Infantes. El que me interrogaba era nuevamente Etchecolatz, no me voy a olvidar nunca de él,  reconocí su voz, me dijo que ya sabían quién era yo, que no era la mujer de Falcone y comenzó a preguntarme por personal del Sanatorio Argentino- lugar en el que yo trabajaba-.Le aclaré que todo cuanto yo pudiera haber dicho durante el  interrogatorio era mentira, y que yo no sabía nada. Dio órdenes de que me llevaran y por primera vez pude ir al baño (era una letrina).Para llegar al mismo había que bajar escalones. Cuando iba al baño sentí que había otras personas en el piso, muy cerca. Me dejaron, en total, tres días tirada en ese lugar cercano a la cocina. (Silencio total solo ruido de pocillos)

Tenés un mapa en la cabeza, ¿donde estabas hasta ahí? Por confrontación con otros exdetenidos,  supe luego que aquel lugar era el Centro de Detención Clandestino (CDC) llamado LA CACHA

(¿A quienes identificaste en la Cacha, aparte de a Etchecolatz) Con respecto a los represores en ese lugar? (si) puedo dar testimonio de la presencia de además de Osvaldo Lara, de un cura que hablaba con acento español y usaba zapatones negros acordonados-como los que usaban algunos sacerdotes- y “El Francés” , quien era como un especialista en interrogatorios, que se trasladaba a diferentes CDC y a quien yo escuché cómo interrogaba, tanto en LA CACHA, como en el POZO DE ARANA y el VESUBIO. Olía a perfume y hablaba como una persona con mejor preparación que el resto.

De las personas allí detenidas, recuerdo a Alberto Rudiez. (Nilda, ¿queres otro café? Dale. (mozo: dos americanos, por favor) (ffffff… respiramos)

 (de la Cacha te trasladan ¿sabes más o menos cuando? ¿Y adonde te llevan?)

Entre el 3 y 4 de octubre fui trasladada hacia otro CDC llamado POZO DE QUILMES, junto a casi treinta personas, en un camión, De aquellas personas recuerdo a Horacio y su compañera Angélica o Angelita, quien era profesora y estaba herida en una pierna por un tiro.

(Aaah ¿ahí es donde simulan fusilarlos?) si… (se agarra la cabeza, saca la peineta que tenia perdida en el cabello y peina media cabellera) Durante el traslado nos hicieron un simulacro de fusilamiento en un lugar que, por la distancia recorrida y el olor a pasto, supusimos que era el Parque Pereyra Iraola: nos bajaron de a grupos, nos obligaron a arrodillarnos en el suelo y nos gatillaron con un arma descargada en la nuca.(baja la mirada… extrañamente no encuentro palabras, pero nuevamente saca fuerza mirando al cielo y continua)

Cuando llegamos al POZO DE QUILMES, nos hicieron subir por una escalera  que estaba en el exterior del edificio (eso sigue igual). No recuerdo si me llevaron al 2do. O 3er.Piso.Me metieron en un calabozo. Al poco tiempo se abrió la puerta, me sacaron y me encerraron en un baño junto a otras personas, para que nos higienizáramos. En adelante esto se repetiría de la misma manera: nos encerraban, nos daban unos minutos y luego nos gritaban para avisarnos que debíamos volver a tabicarnos (o sea vendarse los ojos) antes de salir. En el baño había tres o cuatro inodoros y una mesada con piletas. En ese lugar me encontré con chicas que tenían entre trece y catorce años (¿trece años? Tan chiquitas por favor) si tenían mucho miedo se lavaba la car una de ellas y no prava de llorar mi miro y me abrazo (¿pero te conocía?) nooo, necesitaba un abrazo, necesitaba un mimo… va todos necesitábamos abrazos (cuesta tragar este trago… carraspea piensa y sigue)  habían sido secuestradas durante la llamada Noche de los Lápices (claro la famosa noche de los lápices fue el 16 de septiembre de 1976, eso fue exactamente 15 días antes) Eran todas alumnas de escuelas secundarias. De ellas recuerdo a Emilce Moller, y supe que en otro piso estaba Claudia Falcone, aun con vida (me mira a los ojos) me costó mucho ver la película, mucho eh? (¿y?) era muy perecidas pero  más chiquitas, creo… hable con ella y me sorprendieron sus convicciones su fuerza y el amor por sus compañeros… (me da la mano, y me dice que sale a fumar) (Vuelve y sigue)

Ya de vuelta en el calabozo, fui revisada por un médico que había ido preparado, con un frasco de Pancután, (medicamento dermatológico para curar quemaduras)

Permanecí tres días en el Pozo de Quilmes. Luego fui trasladada a otro CDC llamado POZO DE ARANA, junto con Nora Ungaro y otros cuatro detenidos.

Allí nos prepararon para liberarnos, es decir, nos dieron una serie de instrucciones acerca de cómo debíamos comportarnos luego de ser liberados. Fueron sacando a los prisioneros por tandas, dejándome para el último turno.  En ese ínterin hubo un cambio de guardia y mi nombre apareció borrado de las listas, de modo que mi liberación no se concretó (¿vos pensas que te iban a liberar?) (Silencio…) (me mira y solo levanta las cejas y los hombros… asevere con la cabeza)

Días después, el 13 de octubre de 1976, un grupo de prisioneros fuimos trasladados al Vesubio, junto con: Horacio Matoso, Haydee Lampugnani de Días (“Changuita” Díaz), Inés  Pedemonte, Graciela Jurado, Mendoza Calderón (“el Piura”, estudiante de cinematografía de la Escuela de Bellas Artes de La Plata), Ricardo Salerno ( “el dueño”, hermano de “El Zorro Salerno”, actualmente desaparecido) y el “Pingüino Barry” (de Barry vamos a escribir otro capítulo.

(¿y cómo los llevan?)

En autos…El traslado se hizo en dos autos, no sé en qué autos, pero eran… eran coches,  por una ruta y luego desviando por un camino de tierra hasta una zona que parecía descampada. La construcción constaba de dos edificios tipo chalet, de plantas bajas. Nos bajaron en una especie de garage, nos hicieron caminar por un pasillo que parecía una galería cerrada con piso de cerámicos rojos, luego por otro pasillo hasta un lugar en el que quedamos las mujeres, mientras a los hombres los condujeron más adelante, siempre por el mismo pasillo.

(¿Y cómo era el trato en ese centro clandestino?)

Era más flexible, había algunos guardias que dependían de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, la mayoría muy jóvenes y vestían de civil. Cuando llegaba el personal del Ejército, las medidas eran más estrictas: no se nos permitía quitarnos las vendas de los ojos y permanecíamos todo el tiempo con ataduras en las manos. El personal provenía del Regimiento La Tablada. (el ejército y más precisamente el regimiento de la tablada estaba a cargo del llamado circuito Camps)

El baño estaba afuera, como en los fondos, y no tenía puerta. Parecía dar a un lugar descampado. También había una parrilla muy grande donde solían hacer asados. En estas oportunidades, a veces, nos dejaban transitar por allí destabicados y sin ataduras en las manos para que viéramos cómo disfrutaban de los asados. Los guardias también se divertían – cuando íbamos al baño- mojándonos con mangueras.

En el interior, además del pasillo que conectaba los dos ámbitos en que nos separaban a las mujeres de hombres, había una sala de torturas. (Vuelve el silencio atroz…)

Puedo testimoniar sobre la presencia de una ciudadana alemana-paraguaya, llamada MARLENE KEGLER KRUG, quien había sido secuestrada en Paraguay, (¿en Paraguay?) Siiii… y era una pibita también, tenía cerca de veinticinco años, era rubia y muy delgada, muy bonita. También había una mujer que estaba embarazada de siete meses, proveniente del Gran Buenos Aires. (Mira hacia arriba… baja la cabeza… me mira fijo… y me dice🙂

Que hijos de puta!!!

Hablando de hijos de puta, Al VESUBIO concurría EL FRANCES, exclusivamente para los interrogatorios.(¿Las torturas eran en la segunda casa no?) si

(¿De ahí van al Infierno?)

Permanecimos en ese Centro hasta el 31-10-76, día en que nos trasladaron, al mismo grupo, al centro clandestino llamado EL INFIERNO. Por informaciones posteriores supimos que se trataba de la Brigada de Investigaciones de Lanús, con asiento en Avellaneda.

Este Centro era denominado EL INFIERNO por sus represores.(¿Y el nombre del Infierno de donde sale?)  de Ellos mismos cuando nos trasladan a ese nuevo lugar (La brigada de Investigaciones de Avellaneda Lanús) me sacan el tabique y de los pelos me sacan la cabeza por la ventana y me dicen: …”mira bien, porque vas al Infierno… y de ahí… de ahí no se sale”… (se seca los ojo entonces apago el grabado,  la tomo de la mano y le digo: “nos tomamos unos minuto”…)

(me dice ella a mí, un cigarro y un café y continuamos?) ( y así fue… continuamos)

Nos metieron a todos en el mismo calabozo, cuyas dimensiones eran de 1 por 2 metros aproximadamente, todo de cemento. Allí debíamos turnarnos para poder dormir unas horas: tres quedaban semi-acostados y el resto, parados,

Situación que llevó algunos ensayos hasta lograr las posiciones adecuadas. Un ínfimo espacio, lo reservábamos como “ baño”. (¿Cómo baño?) Si (¿Pero son hombres y mujeres en el mismo calabozo?) (y en esos buzones que yo conozco, son muy pequeños,¿ Cuantos había adentro?)

Eran calabozos ciegos (si Buzones) de aproximadamente 1 x 1,5 (son muy chiquitos hasta para uno solo es impresionante pensarse uno ahí dentro) estábamos hasta siete compañeros en ese mismo calabozo, comíamos dos o tres veces por mes y agua te daban por la endija del pasa plato una vez a semana… (ufffff) pasaban una manguera unos segunditos y juntábamos agua en los zapatos…  Las condiciones en EL INFIERNO eran durísimas. Allí permanecíamos todo el tiempo con las manos atadas atrás, tabicados, encapuchados, y en ocasiones, según la guardia, con los pies también atados.

A los pocos días, fueron trasladadas seis de las personas que estaban conmigo y quedamos Horacio Matoso y yo. Haydee Lampugnani, Graciela Jurado, Mendoza Calderón y Ricardo Salerno fueron llevados a Campo de Mayo para ser trasladados desde allí, en avión, a la Provincia de Córdoba. Llegaron a Córdoba solamente Haydee y el “Dueño” (Ricardo Salerno). De Graciela Jurado y Mendoza Calderón no supimos nunca más. (traga un trago del café)

Después de este traslado, Horacio Matoso y yo fuimos separados. Entonces comenzó para mí la etapa más terrible. El hecho de ser la única mujer, con permanencia estable en el lugar, era aprovechado por los interrogadores para torturarme con el fin de escuchar gritos de mujer, así me lo hacían saber, (era torturada o violada mientras torturaban a otro compañero para que el otro escuche gritos de sufrimiento femenino, y le decían que era o su hermana o su mama o su pareja)(uno, tal vez, puede aguantar o resistir la tortura propia pero no la ajena y menos la de un ser querido). Les hacían cree r a los otros detenidos que mis gritos eran de sus madres, hermanas o hijas, como otra forma de tormento. Los tipos de tortura, vejámenes que padecí en aquel centro, son algo de lo cual no pue do aun comentar en su totalidad.

En cuanto a las condiciones de vida, se nos mantenía dándonos agua cada 5 ó 6 días, y algunas cucharadas de comida cada 15 o 20 días. Como consecuencia de esto, algunos prisioneros no resistían y morían por inanición. Sus cadáveres quedaban, a veces hasta 2 y 3 días en los calabozos (eso también es tortura). Es imposible describir lo que significaba con la muerte de esa manera, cosa de la cual los represores se ufanaban.

En EL INFIERNO había un hombre a quien se lo conocía como  ”el Abuelo” y era llevado a LA ESMA (Escuela de Mecánica de la Armada) para torturarlo. Cuando yo llegué a ese centro, el hombre ya no tenía dedos en las manos ni en los pies. (¿Nunca supiste su nombre?) No…

La mayoría de los detenidos que pasaban por ese centro eran obreros de distintas fábricas del Gran Buenos Aires.

Aaah también  recuerdo a una chica que había sido secuestrada junto con su hermano y que, a pesar que era ciega, la obligaban a usar igualmente tabique y capucha. (eran muy hijos de puta) Siiii y muy tardos también…

También estuvo conmigo una señora que tenía ochenta y cuatro años, (¿Qué?) quien había sido llevada luego de la destrucción de su casa y de toda su familia, habiendo sobrevivido a tamaña represión, ella y un nietito, escondidos en el baño. (¿y el nene?) No se…

Puedo dar testimonio de los siguientes detenidos en ese lugar: Luis Jaramillo (cuyo cadáver fue hallado   posteriormente en el cementerio de Avellaneda), Carrizo, Lafleur (“Chicho”), Santos (“Cuotita”, obrero) y José Riso o Risso.

El personal permanente del lugar era de la Policía de la Provincia de Buenos Aires, y alternativamente personal del Ejército.

El INFIERNO funcionaba como destino final de prisioneros. Era común que sacaran grupos de 4 a 5 detenidos para lavarlos y vestirlos, supuestamente para luego liberarlos.(¿y nunca los liberaban no?) Noooo, En realidad, se los fusilaba y después hacían aparecer el hecho como un  ”enfrentamiento entre fuerzas de seguridad y guerrilleros”. (de esto hay documentación periodística) Cuando la patota regresaba de dicho operativo, hacían comentarios irónicos al respecto, para enterarnos de lo realmente ocurrido. Durante el rito macabro de preparación de los prisioneros, los represores observaban que estuvieran aseados, peinados, prolijos. Así, sabíamos que cuando esto sucedía, venía la muerte.

El 31 de diciembre de 1976, Horacio Matoso y yo fuimos trasladados en una camioneta, tapados con mantas y cajas (y cuando los van a trasladar, ¿primero los bañaron?) si (¿y? ¿Qué pensaban?) que éramos boleta (baja la mirada) si… que éramos boleta, (respira fuerte) tal vez era lo mejor (silencio)  (¿y a donde fueron?) A la Comisaría 3ra. De Lanús con asiento en Valentín Alsina. Allí fuimos depositados con orden de incomunicación. Ante nuestro estado crítico y una vez que se retiro el personal del Ejército, el Comisario de dicha Seccional se apiadó de nosotros y ordenó que nos llevaran con los detenidos que ya estaban allí, también en condiciones ilegales. Ordenó

También que nos quitaran las capuchas y tabiques y envió a alguien en busca de  una balanza para pesarnos. Horacio Matoso había perdido 25 kg y yo, de 49 kg. Que pesaba, tenía 29 kg (Nilda saliste del circuito Camps con 29 kilos ¿Nada mas?). (¿y cómo estabas?) En ese momento, No podía caminar por mis propios medios ni mantenerme en pie, y ante la luz no veía.

Esa noche comimos, era fin de año. Tuve que aprender poc o a poco, todo de nuevo: a escribir, caminar, leer correctamente, a dormir en un colchón. Fui puesta en una celda donde me reencontré con Emilce Moller, Patricia, Mercedes Borra (correntina, de la localidad de Santo Tomé, catequista de la Acción Católica), una chica embarazada, Eduardo Schaposnik (¿El Medico?) Siiii, era médico de la ciudad de La Plata. Dado que el padre de Emilce era comisario retirado, a través de él fue posible conseguir permisos de visitas familiares, trámite este que los familiares debían realizar personalmente ante Camps (Jefe de la Policía de la Provincia de Buenos Aires), en el Departamento Central de Policía. Allí tuve por primera vez desde mi secuestro, contacto con mi familia, aunque los detenidos permanecíamos allí en forma ilegal.

A fines de enero trasladaron a las mujeres, salvo a Mercedes Borra y a mí, a la cárcel de Devoto. Mercedes fue trasladada en el mes de abril y hasta agosto del año 1977 yo quedé sola (¿Otra vez?), siii, con todo el terror que ello implicaba para mí.(y en Agosto te trasladan a vos… no?) si, en agosto del mismo año, fui trasladada a Devoto a disposición del PEN (Poder Ejecutivo Nacional) donde volví a encontrar a Haydee Lampugnani, quien había sido trasladada a la cárcel de Devoto desde el Penal de Córdoba. Juntas pudimos reconstruir parte de la historia de sus traslados desde EL INFIERNO a Córdoba, donde había pasado por los CDC LA PERLA, LA RIVERA y PENAL.

(¿y en Devoto como fue? ¿Hasta cuándo?)

En la cárcel de Devoto estuve desde el 22 de agosto de 1977 hasta fines de noviembre de 1978, en que fui definitivamente liberada, desde Coordinación Federal (Policía Federal). Días antes de mi liberación, mi madre fue citada por el Coronel Omar Riveros en el Ministerio del Interior, Capital Federal, quien con una ficha mía en sus manos dijo que  “en una fuerza siempre se cometen errores”, que yo “debía volver a la Universidad” y que en caso de tuviera “algún inconveniente” debía recurrir exclusivamente a él.(que fue un error y que sigas tu vida como si nada) (asevera con la cabeza y se ríe)

De Coordinación Federal fui liberada en horas de la madrugada, sin mi documentación, (obvio)  junto con una chica tucumana, de la localidad de Monteros,.

Durante mi cautiverio en la Cárcel de Devoto, una delegación de la Cruz Roja de Suiza llegó al penal y ante ellos di mi testimonio en francés,

dada la presencia de personal penitenciario, lo cual me permitió realizar una denuncia válida. (¿la suiza te mando al frente?) Nooo… una genia me siguió y después testimonio, divina.

Nilda ¿y Etchecolatz?

Una persona detestable… me daba mucho temor hoy me da mucho asco.

Secuestro dos veces a Julio (López) en el juicio, os estabas ese día en el salón donde le tomaron declaración a julio, ¿Te acordas? (no me puedo olvidar nunca Nilda) (Rozanski, el juez de la causa, le dice si quiere parar y julio sigue como un toro declarando pero no podía tomar del vaso de agua de cómo temblaba) (lo que no puedo borrar de mi retina fue el día de la sentencia cuando lo mira a Rozanski y le dice que no lo están sentenciando a él, sino a ellos mismos, y Julio ya no estaba)

Ves vos te respondiste solo Jorgito eso es Etchecolatz. (se para y me invita a caminar, creo que ya está bien, no le voy a preguntar mas, lo dejo para otro día).

Pero ese otro día nunca llego…

 Dos relatos sobre Etchecolatz:

 …“Dale, dale, subila un poco más” dice Etchecolatz a un subalterno haciendo referencia a los voltios de la picana eléctrica…

(Relata Julio López sobre Miguel Etchecolatz en el Juicio)(Estaba en la terraza de Arana)

 …cuando tenía 19 años. “Irrumpió en la casa de mis padres una patota de más de 20 personas, que estaba al mando de Etchecolatz. El se quedó en el patio y daba las órdenes. Revolvieron todo. Me hicieron vestir y me sacaron en un auto, un Dodge celeste. Me pusieron una funda en los ojos y me tiraron en el piso del asiento de atrás. Etchecolatz iba en el asiento del acompañante”, contó. Los militares saquearon la casa y volvieron a los tres días a terminar de robar. “Un represor tuvo la deferencia de no golpear al perro. Le pidió a mi mamá que lo acobijara y la golpeaba a ella, porque el animal le daba lástima”(relata Nilda sobre el triste y doloroso día en que conoció a Miguel Osvaldo Etchecolatz)

Centros Clandestinos que recorrió Nilda

LA CACHA

Situado entre calles 191, 196, 47 y 52 (vías del ferrocarril Belgrano), contigua al penal de Olmos, en las antiguas instalaciones de Radio Provincia. Lisandro Olmos, partido de La Plata, Provincia de Buenos Aires.
Bajo jurisdicción del Área 113 de la Subzona 11, operó como CCD durante 1976/1978.

Edificio principal antiguo y mal conservado, constaba de tres plantas. Subsuelo con capacidad para 12 detenidos. Planta baja: salón amplio para el personal, salas de tortura, celda colectiva para unos 10 detenidos. Primer piso: gran sala dividida en boxes, por medio de separaciones de alambre tipo artístico, con capacidad para unos 20 detenidos. Piso de mosaico y ventíletes. Había además dos piecitas sin puerta. El baño se encontraba en un entrepiso, descendiendo unos pocos escalones. En el exterior, una antena de unos 70 m. y material en desuso de la Radio.

El coronel Barufaldi era jefe del Regimiento de Infantería Mecanizada 7, responsable del área 113 de seguridad (desde Octubre de 1977 hasta Enero de 1979) y por lo tanto responsable de los campos de concentración Arana, BIM, Brigada de Investigaciones La Plata, comisarías 5 y 8, el Casco o Arana 2 (dependía directamente de él), y Guardia de Infantería de la Policía de Buenos Aires.

 

Se puede destacar a varias «quebrados» que torturaban y participaban en operativos, como La Gorda Mariel, Pecos (su hermano) y el Ingeniero Cano. También se destaca la participación in interrogatorios del capellán Christian Von Wernich.

 

Gentileza de la página desaparecidos.org/arg/centros/cacha/

 

El Pozo de Arana

El Pozo de Arana, en La Plata, fue uno de los centros clandestinos de detención más enigmáticos desde 1976 hasta 1983, durante la última dictadura cívico-militar argentina.

El destacamento, comandado por Ramón Camps y Miguel Etchecolatz, funcionaba en la Delegación de Cuatrerismo en la calle 137, en la Estación Arana. El lugar fue utilizado como centro de tortura e interrogatorio donde también se ejecutaron asesinatos y entierros clandestinos.

“Se los enterraba en una fosa en el fondo del destacamento, siempre de noche. Allí se colocaban los cuerpos para ser quemados, y disimulaban el olor característico de la quema de carne humana, incinerando neumáticos», confirmó un testimonio encontrado en el legajo número 1028 de la causa que investigó los delitos que se cometieron en ese lugar.

Nilda Eloyuna de las pocas sobrevivientes del Pozo de Arana, aseguró a Diario Publicable: “Creo que uno asume ser una persona que vivió y sobrevivió, con mis amores y mis horrores, con los recuerdos del dolor y de la risa. Soy como todos un buen cóctel”. Por su parte, Néstor Busso, que agradece que esa experiencia sea “parte del pasado”, expresó: “Es algo que marca para siempre, pero al mismo tiempo es superado por la vida y por objetivos, realizaciones, familia y trabajo”. Sobre el centro clandestino, opinó que era uno de los “más duros y terroríficos”.

El 9 de diciembre de 2008 la Secretaría de Derechos Humanos provincial anunció que se encontraron unos 10 mil fragmentos de restos de huesos humanos cremados y un viejo paredón de fusilamiento con más de 200 impactos de bala. La investigación, a cargo del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF), cobró importancia por ser la primera vez que se encontraron restos de víctimas en un centro de detención ilegal.

 

El Vesubio

Este centro clandestino estaba ubicado en La Tablada, provincia de Buenos Aires, cerca de la intersección del Camino de Cintura con la autopista Ricchieri, en un predio del Servicio Penitenciario Federal. Se componía de tres construcciones, una de ellas con sótano, y una pileta de natación aledaña. Su nombre clave para las fuerzas que operaban allí fue «Empresa El Vesubio»; el «grupo de tareas» estaba provisto de credenciales que certificaban su pertenencia a dicha «empresa». Su existencia como centro de detención ilegal podría remontarse al año 1975, aunque entonces era denominado «La Ponderosa» (Legajo Nº 7170).

En 1976 habría funcionado bajo la jurisdicción del I Cuerpo de Ejército, cuyo jefe era el General Guillermo Suárez Mason (Legajos Nros. 3048, 3524, 3382, 6769, 7170, 2529, 4124, 4151 y 7077), con dependencia directa de la Central de Reunión de Inteligencia (CRI) que funcionaba en el hospital del Regimiento 3 de La Tablada, cuyo jefe era el entonces Coronel Federico Minicucci (Legajos Nros. 7169, 2262, 98, 1310).

El testimonio de Elena Alfaro (Legajo Nº 3048) resume con precisión las principales de este C.C.D., coincidiendo otros liberados con tales descripciones:

 

«El General Suárez Mason visitaba periódicamente el campo. El día de mi liberación fui interrogada por él acerca del conocimiento por parte de mis familiares de mi embarazo y sobre mis planes de vida para cuando saliese. El Mayor Durán Sáenz (corroborado por los Legajos Nros. 3048, 3382 y 7170), responsable del campo vivía allí de lunes a viernes y los fines de semana viajaba a su casa en Azul». «El responsable de los guardias era el suboficial penitenciario Hirschfeld (corroborado en los Legajos Nros. 7170 y 3048).

«Asimismo, la seguridad estaba a cargo de personal del Servicio Penitenciario Federal, seis suboficiales en total, que hacían guardia en las «cuchas» (especie de nichos donde estaban los prisioneros). Estas personas eran de importancia fundamental para el mantenimiento del clima de terror imperante en el campo. De ellos dependían los detenidos para comer, ir al baño o higienizarse».

«En junio de 1977 tomó la jefatura del campo un grupo de oficiales de infantería del Ejército proveniente del Regimiento ó de Infantería de Mercedes. Todos los integrantes del FTE (Fuerzas de Tareas Especiales) bajo el mando de Suárez Mason, fueron promovidos a fines de 1977 como premio al trabajo realizado. Grupos de Tareas pertenecientes a otras fuerzas utilizaron las instalaciones del campo en distintas oportunidades, como en el caso de mi secuestro y el de mi marido, Luis Fabri, quien fue ejecutado por el GT 4, de la Aeronáutica de Córdoba».

«El régimen de terror imperante, la falta de referencias, la pérdida de identidad al ser designados con un número, la incertidumbre y las vejaciones permanentes, constituían una constante tortura psíquica. Muchas veces fuimos amenazados con presenciar la tortura de familiares y en algunas oportunidades así fue. En mi caso,

Tuve que ver cómo torturaban a mi marido. Otra detenida, Irma Beatriz Márquez, fue obligada a presenciar la tortura de su hijo Pablo, de doce años».

De acuerdo COA las constancias testimoniales obrantes en esta Comisión, 34 de las personas que estaban detenidas clandestinamente en El Vesubio en setiembre de 1978 fueron separadas en grupos. Los detenidos, con los ojos vendados y las manos atadas a la espalda, fueron dejados en la proximidad de unidades militares en vehículos cerrados. A los pocos minutos, en todos los casos eran «descubiertos» por personal militar que condujo a los prisioneros a distintos regimientos o comisarías de la Provincia de Buenos Aires.

Ya «legalizados» fueron puestos a disposición del Consejo de Guerra Especial Estable, presidido por el Coronel Bazilis, el que se declaró incompetente, girando las causas a la Justicia Federal. En un plazo muy breve, el Juzgado Federal a cargo del Dr. Rivarola, Secretarías de Curutchet y Guanziroli, sobreseyó a los acusados. A mediados de 1979 las víctimas de todo este proceso fueron dejadas en libertad desde los penales en los que cada uno estaba. Habían quedado sin embargo registradas en el expediente judicial las denuncias de algunas de las dramáticas situaciones por ellos vividas.

Los edificios donde funcionaron la «enfermería», la «jefatura», las «cuchas» y el «quirófano» (con su inscripción «si lo sabe cante, si no aguante»), no existen más. Fueron demolidos ante la inminente visita de la Comisión de Derechos Humanos de la OEA. Sin embargo, a fines del año pasado, el Juez Dr. Ruiz Paz, y este año la CONADEP, acompañados por testigos, encontraron entre los escombros las características baldosas descriptas por los ex cautivos, también restos de las «cuchetas» de hormigón y pudieron determinar sobre el terreno el emplazamiento de cada dependencia descripta (Legajo Nº 3048).

Material de estudio previo a la entrevista

  • Documental “el Infierno de Nilda” de Enrique Arrosagaray
  • Memoria y Dictadura del Instituto Espacio para la Memoria
  • Nunca más.

 

Nota, texto, entrevista e investigación: Jorge Ghosn

 

 

 

 

 

 

 

 

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