Por Leonardo Martín
Un día en la era motosierra. Bien podría ser el título de esta nota para abordar a la jornada de lucha que desarrollaron organizaciones sociales en unidad de diferentes vertientes políticas e ideológicas. Jornada con 500 acciones en todo el país que tuvo la consigna «el hambre no espera» y que, acorde a los tiempos que corren, tuvo momentos de tensión y represión con la aplicación del protocolo antipiquetes de la comandante Patricia Bullrich.
Desde comienzos de este siglo, el Puente Pueyrredón, que une Avellaneda con Barracas, se ha convertido en un espacio emblemático de la protesta pública con resonancia nacional. Justamente fueron organizaciones inicialmente denominadas de desocupados y luego piqueteras las que tomaron como metodología cortar rutas y puentes en la etapa final de los años noventa y comienzos de los 2000. Los expulsados de la economía neoliberal a los que no les quedaba otra opción para ser visibles en una economía que agonizaba y marchaba hacia el colapso.
Temprano en la mañana fuimos hacia el Puente Pueyrredón para hacer la cobertura para Radio Gráfica. Móvil para el aire, videos para las redes, impresiones para la crónica escrita posterior. Se complejizó el oficio periodístico para aquellos que nos gusta la cobertura callejera. Requiere habilidades multitasking y tiempo para procesar todo el material.
La jornada de lucha tuvo como principales actores a la Unión de Trabajadores de la Economía Popular (UTEP), al Polo Obrero y otras organizaciones de base con las que el Gobierno decidió confrontar abiertamente y dejar sin red de contención al sector más precarizado y vulnerable de la población en términos económicos.
Las medidas del ministerio de Capital Humano tienen una direccionalidad políticas más que clara. Congelamiento del monto Potenciar Trabajo que perciben poco más de un millón de trabajadores y trabajadoras de emprendimientos productivos cooperativos y sociocomunitarios con un 72% de inflación en los primeros tres meses de gobierno de Javier Milei. Además de pasar la motosierra por la cantidad de programas.
Paralelamente, desde Capital Humano dejaron de enviar alimentos a los comedores populares y merenderos de las barriadas aduciendo irregularidades. Cuando le fueron a reclamar a Pettovello dio una respuesta recubierta de ignorancia, cinismo y estupidez: «que todos los que tengan hambre anoten su nombre y DNI» y que se iba a comunicar, que no quería intermediarios en alusión a las organizaciones sociales. Hoy en Argentina, se estima que hay un 60% de la población bajo la línea de pobreza, es decir poco menos que 30 millones de argentinos. El «reseteo» de la argentina incluye que los pobres se las arreglen como puedan con un Estado en retirada. Ya ni se gastan en apelar a mentirosas teorías del derrame.
La primera impresión al llegar al Puente fue el desmesurado operativo policial con un despliegue de efectivos de la Policía Federal y Prefectura, preparados como para recibir a un ejército invasor. En una paradoja, solo explicable en la mente febril de Patricia Bullrich, las fuerzas de seguridad son las que cortan el puente justamente para evitar que los manifestantes lo hagan. El resultado final termina siendo el mismo si hablamos de cortes, pero en realidad lo que busca es amedrentar y avisar que habrá palos, gas pimienta, carros hidrantes y balazos de goma para aquellos que protesten por ser enviados a la pobreza o indigencia en modo acelerado o buscar defender sus empleos.
Las fuerzas policiales se desparraman por los alrededores del puente. La zona más álgida está en la Avenida Mitre y Montes de Oca, a poco menos de 100 metros de la subida. Primero un cordón de la Policía Federal sin armas, ni escudos y rostros no tan amenazantes, cumpliendo funciones, pero sin rigor. Detrás de ellos están los infantes de Prefectura ya con el kit represivo completo: escudos, palos, gas pimienta y toda la parafernalia de robocops. Cuando la cosa se va picanteando aparecen sus pares de especia de la Policía Federal y se corren los que están desarmados y desprovistos. Metros más atrás, aceleran las motos con el rugido de sus motores para imponer miedo. Lleva un conductor y un acompañante detrás munido de un arma simil Itaka. Muecas rotas cromadas.
Camino por la Avenida Mitre, cruzo el cordón policial, cuando aún era posible, y me adentro en la movilización. Lo primero para decir es que me sorprende la magnitud, como ciudadano de la zona tengo registro de los cortes de puente y movilizaciones. Es la más grande que vi allí. Las columnas van desde Mitre y Montes de Oca hasta la Plaza Alsina y bien nutridas, sin claros. Un dato político relevante.
Cerca de las 11 de la mañana, se viene la primera escaramuza en una zona desfavorable para los manifestantes porque allí Mitre se angosta y tiene varios metros hasta la primera calle que la corta. La Policía avanza sobre los manifestantes y arroja gas pimienta, lanza palazos y choca con los escudos a la primer fila. Se arma una corrida, los más experimentados gritan «no corran» para evitar la estampida.
Se estabiliza la situación. Empiezan a ir para atrás los afectados por el gas pimienta, acompañados por sus compañeros y compañeras, una señora desmayada es llevada en andas. Como si fuera la réplica de un temblor, pasan poco más de 10 minutos y se produce otra corrida. Doy la vuelta para ver el punto de vista de las fuerzas del «orden», cada vez hay más motos que rugen, los hidrantes listos, perros poco amigables, y una postura abierta a la confrontación de manifestantes que se expresan, pero sin provocaciones.
Pasadas las 13 horas, comienza el acto previsto con un camioncito escenario donde hablan referentes. Cierra Alejandro «Peluca» Gramajo, que desde diciembre pasado es el secretario General de la UTEP. Tono fuerte en el discurso.
«El Gobierno nacional arma dispositivos de seguridad como lo hizo acá esta jornada mientras los narcotraficantes se ríen, se burlan e intentan reclutar a nuestros pibes para vender falopa. Las fuerzas de seguridad están acá mientras acá reprimiendo en vez de atender los problemas que tienen que atender. Los únicos que estamos haciendo algo para que el narcotráfico y el crimen organizado no avancen en los barrio somos las organizaciones populares», expresa. Las imágenes de Rosario vienen a la cabeza.
«Que armen los dispositivos policiales que quieran armar que no nos van a sacar de las calles. Hemos intentado por todos los medios hablar con el Gobierno y no porque nos interese conocer a los funcionarios, nuestra demanda está en resolver los problemas concretos porque en esta Argentina estamos atravesando una crisis humanitaria con más del 60% de pobreza y 70% de niños pobres. Si creen que nos vamos a quedar de brazos cruzados mientras nuestro pueblo se caga de hambre no lo van a lograr».
Final de una historia que termina por hoy, pero de la cual hay varios capítulos más por delante.