El jueves 21 de noviembre a las 18 hs se estará presentando la copia restaurada de Prisioneros de la tierra de Mario Soffici en el cine del MALBA (Av. Figueroa Alcorta 3415). Antes de la exhibición del film habrá una mesa redonda en la que se reflexionará sobre el valor estético y testimonial de esta cinta emblemática del cine argentino. Esta actividad se realiza con el doble motivo de festejar los 80 años del estreno del film y de dar a conocer el proceso de restauración digital de la película. La entrada es libre y gratuita. El equipo radial de «Todo Sigue Igual» dialogó con el investigador Alejandro Kelly Hopfenblatt sobre este evento.
Por VICTORIA LENCINA
Prisioneros de la tierra, dirigida por Mario Soffici, fue estrenada el 17 de agosto de 1939 en Argentina. Producida por Pampa Film, su historia se contextualiza en el año 1915 en la provincia argentina de Misiones, donde un grupo de peones mensúes se dirige hacia un yerbatal. Allí trabajarán en condiciones extremas e inhumanas, bajo la dirección de un inescrupuloso capataz, el señor Köhner (Francisco Petrone). Uno de los mensúes, Esteban Podeley (Ángel Magaña), se dispone a huir junto a Chinita (Elisa Galvé), su enamorada, hija del médico del pueblo. Cuando el capataz lo descubre comienza a hostigarlo más que nunca, la violencia comienza a recrudecer y el ambiente se va volviendo cada vez más hostil, conduciendo a la pareja a un destino trágico.
«La película cuando se estrenó fue considerada un hito y como una consolidación del cine argentino en cuanto a ser pionera de lo que se llamó el drama social-folclórico. Representaba las problemáticas de los obreros y de las clases populares. Con una representación que no es melodramática, ni melosa, ni maniquea, sino que muestra casi como un registro documental en algunas formas y, por otro lado, con un recurso bastante naturalista y crítico lo que estaba pasando», atestigua el investigador Alejandro Kelly Hopfenblatt.
El guion de la película se basó en los cuentos «Una bofetada», «El peón», «Desterrados» y «Los destiladores de naranjas», del escritor uruguayo Horacio Quiroga. La adaptación de los mismos estuvo a cargo de Darío Quiroga (hijo del escritor) y Ulyses Petit de Murat, quienes fueron los encargados de trasladar el drama social de Quiroga al formato fílmico. «Es una película muy violenta. Tiene escenas que, al día de hoy, llaman mucho la atención el nivel de brutalidad que tienen. Hay una crítica de Borges en la revista Sur en la que destaca la brutalidad y ambigüedad de la película porque dice: ‘la brutalidad en este tipo de películas está reservada para los brutos, en cambio acá es el héroe’. Esto le genera al espectador un lugar muy incómodo porque hay un momento en que el héroe agarra a latigazos a otro hombre y de forma muy cruda. Es interesante lo que destaca Borges porque nosotros estamos con ese héroe, pero no es el héroe del melodrama o de la épica, sino que es un personaje problemático en sí mismo».
Si bien no fue la primera película nacional ambientada en el litoral, estableció un imaginario
sensorial y simbólico que sirvió de base para diálogos y contrastes con producciones posteriores que retomaron esos escenarios. «Prisioneros de la tierra dejó un legado enorme dentro del cine argentino, porque después al ver películas como Las aguas bajan turbias de Hugo del Carril o la filmografía de Armando Bó con la Coca Sarli, películas como El trueno entre las hojas o La tentación desnuda que están todas ambientadas en el mismo ambiente dejó un gran legado dentro de esa corriente del cine argentino ligado a las problemáticas sociales y a la ambientación, además, por fuera de la ciudad de Buenos Aires. Sobre todo, en un cine que siempre fue más bien porteño. Está filmada en Misiones», destaca Hopfenblatt.
En Argentina sólo existían en copias 16mm de Prisioneros de la tierra, ya que el negativo y copias 35mm se fueron perdiendo a lo largo del siglo XX. Sin embargo, el Museo del Cine encontró una copia 35mm en Francia, en excelente estado, proveniente del negativo original y otra copia 35mm en Praga. Ambas sirvieron para realizar la restauración digital en el laboratorio L’Immagine Ritrovata, Bologna, considerado uno de los mejores
laboratorios del mundo para este tipo de trabajos. El proyecto de restauración fue financiado por la fundación de Martin Scorsese dedicada al rescate del cine clásico en todo el mundo. A propósito del valor patrimonial y la restauración, Hopfenblatt remarca: «es importante que esta película haya sido restaurada porque es parte fundamental de nuestro patrimonio histórico y cultural. Es parte de nuestra historia. Es parte de lo que ha armado no sólo nuestro cine, sino los imaginarios que rodean y los imaginarios que nosotros tenemos en nuestras cabezas porque es un legado del arte. Sobre todo, porque se ha perdido mucho, entonces, hay que recuperarlo porque sino no vamos a conocer nuestra historia. No podemos conocer nuestra historia cultural si no tenemos contacto con estas obras».
El Centro de Investigación y Nuevos Estudios sobre Cine (CIyNE), de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires, coordinará la mesa redonda “Prisioneros de la tierra, 80 años: reflexiones en torno a la restauración y el valor estético y testimonial de un film emblemático del cine argentino”. Esta mesa estará integrada por Ana Laura Lusnich y contará con la participación de Paula Félix-Didier y Andrés Levinson por el Museo del Cine; Soledad Pardo y Alejandro Kelly Hopfenblatt por el CIyNE, y Fernando Martín Peña por el Malba.
Hopfenblatt señala que la idea de realizar una mesa redonda previa a la presentación de la copia restaurada de Prisioneros de la tierra se debe a que «no es una ocasión que se de todos los días la de tener una copia restaurada de una película como esta, debido a que lleva mucho tiempo y muchos fondos. Entonces, es una gran celebración y es poder armar un espacio donde se pueda explicitar el por qué de la importancia de esta película y el por qué de la importancia de la restauración de nuestro patrimonio fílmico y el por qué de conocer nuestra cultura cinematográfica. El poder juntar ahí gente que venga más vinculada con la tarea sobre el material concreto, gente que nos dedicamos a la investigación y tener la posibilidad de un espacio como el Malba, con una figura como Fernando Martín Peña que nos esté dando espacio de visibilidad es fundamental. La idea es reforzar y reivindicar el valor que tiene la posibilidad de hacer este tipo de proyecciones».