Por LEONARDO MARTÍN
No hubo épica ni milagro en la triste tarde de Kazán para la Selección Argentina. Se fue de la Copa del Mundo vencida 4 a 3 por una selección francesa que mostró una superioridad evidente tanto colectiva como individualmente. Réquiem para una generación de jugadores que arañó la gloria, que estuvo a punto de lograr lo máximo que se puede aspirar en el fútbol, pero que se ha quedado en las puertas de esa gloria.
El resultado es engañoso. El ajustado 4 a 3 no refleja el desarrollo de un partido donde Francia cada vez que aceleró convirtió, con un diseño táctico más equilibrado y con la figura extraordinaria de Mbappé que demolió a la Selección con sus goles y velocidad. Argentina, fue fiel a sí misma en su versión de los últimos tiempos. Desordenada defensivamente, descoordinada, previsible para manejar la pelota, sin cambio de ritmo ni generación de espacios en ataque.
Francia exprimió cada desacople argentino, metió el cuchillo en ese espacio que quedaba entre los volantes y los defensores para ganar en velocidad y desequilibrar. Desde el comienzo avisó con una corrida formidable de Mbappé. La primera terminó en un tiro libre que Griezmann estrelló en el travesaño, la segunda fue penal y esta vez el delantero del Atlético Madrid no dio una segunda chance. 1 a 0 a los 13’ de juego.
Era el peor escenario para Argentina, que tiene un problema grande cuando tiene que ir a buscar el partido. La generación de juego viene siendo una deuda desde hace tiempo. Francia juntaba hombres en su campo y lanzaba los pelotazos para esa gacela a la carrera que era Mbappé. El fondo del equipo de Sampaoli era un verdadero tembladeral, un boxeador con mandíbula de cristal.
Sin embargo, la providencia le dio su empuje a Argentina. Sin mayores avisos, en una jugada que no decía mucho, Di María (hasta ahí de flojo partido) colgó una pelota en el ángulo para igualar el encuentro. 1 a 1 terminando el primer tiempo. Un alivio y la chance para que Argentina pudiera compactar las líneas y esperar unos metros más atrás para una contra que, por cierto, nunca encontró.
En el segundo tiempo, otro guiño del destino para una Selección que sin merecerlo se encontraba con el 2 a 1 a favor. Segunda jugada de un córner con remate de Messi, desvió de Mercado para poner a la Argentina arriba en la cuenta. Un espejismo que duró poco.
Minutos después llegó la igualdad francesa. Notable jugada colectiva con un pase al vacío por la punta izquierda, centro a las puertas del área para un tremendo gol de Pavard. Estética y técnicamente uno de los goles más lindos de la Copa del Mundo por el modo en que toma la pelota con cara externa cruzando un remate potente. Imposible para Armani. 2 a 2.
Argentina sintió el golpe y Francia no le dio tiempo de acomodarse. Mbappé, este jugador herencia del pasado colonial francés con padre camerunés y madre argelina, acertó los dos golpes siguientes de nocaut. Primero tomando una pelota y maniobrando en el área argentina y después en otra corrida a la espalda de los defensores. 4 a 2. Fin de la historia.
El descuento del Kun Aguero en tiempo adicionado aportó suspenso a la película, pero ya no quedaba tiempo para la épica. Eliminación temprana y anunciada.
Capítulo aparte para la despedida de una generación de jugadores que vistió la camiseta de la Selección en los últimos tres y hasta cuatro mundiales. Messi, Di María, Mascherano, Higuaín, el Kun Aguero son las figuras más visibles de ese proceso al que sólo le faltaron títulos. Nada más y nada menos. La hilera de subcampeonatos serán la herida en el recuerdo de estos jugadores, ese poco que faltó para levantar una Copa. En el fragor del presente probablemente no se termine de apreciar lo complicado que es llegar a esas instancias. El futuro esperemos que sea generoso en el recuerdo de estos jugadores en el considerar exitista del promedio de los hinchas argentinos.
En un país donde Maradona ha marcado la identidad futbolera argentina, la aparición de Messi, despertó el sueño consagratorio para la Selección, la repetición de la imagen cada vez más lejana de un Mundial 86 con campeonato y figura descollante. Y lo cierto es que Messi se va a ir de la Selección mayor sin título mundial ni Copa América en su frondosa lista de campeonatos obtenidos. El destino no podría haber sido más retorcido para que pueda coronar una carrera brillante. Mucho se va a escribir y hablar de esa impotencia de Messi en la Selección.
Por último, Argentina se va de esta Copa del Mundo porque esto es un deporte donde se gana y se pierde. Puede pasar. Alemania, con su proyecto, su coherencia histórica, se fue en primera ronda, pero lo cierto es que el proceso de la Selección argentina y de la AFA ha sido desastroso en los últimos tiempos. Seguidilla de técnicos, algunos de dudosos pergaminos, otros a destiempo, destrucción de las juveniles y una desorganización total a partir de intereses personales, de la rosca para meter negocios fueron tapados por la jerarquía de Messi, Mascherano y algunos otros nombres. También de la inteligencia de Sabella, al que vale la pena recordar.
La final de la Copa América Centenario en 2016 era el momento de la renovación que nunca se produjo. Fallaron los técnicos, Bauza y Sampaoli, en el momento en que había que oxigenar al plantel al que el peso de las finales perdidas había dejado sin combustible. Es cierto que tampoco hay grandes apariciones para el recambio. Así le fue, caminó por la cornisa en la clasificación al Mundial e hizo una Copa del Mundo con evidentes limitaciones tácticas, individuales y, por momentos, sin esa reacción emocional necesaria.
Es un día triste, queda mucho de la Copa por delante y Argentina se vuelve anticipadamente. Amargura por esa generación que no logró plasmar en títulos el protagonismo que siempre tuvo y por un Messi al que le va a rebotar como asignatura pendiente en su carrera profesional ese título siempre esquivo con la Selección Argentina. Esa tragedia griega personal del número diez donde los dioses le permitieron llegar a ser considerado el más grande de su época, pero negarle ese título que, probablemente, lo hubiera convertido en el más grande de todos los tiempos.