Alejandro Sabella. Su trayectoria, su legado y compromiso social

Por Leonardo Martín

Cuando todavía estamos procesando y haciendo el duelo por la muerte de Diego Maradona, nos enteramos de la partida de Alejandro Sabella. Otro golpe al corazón futbolero en un 2020 especialmente doloroso en todo sentido. Muertes hay siempre, es la ley de la vida, pero estas últimas dos semanas fueron especialmente duras.

Sabella era de las pocas figuras del fútbol que logran un consenso y un respeto que atraviesan todas las tribus del mundo de la pelota. Talentosísimo como jugador, un director técnico con logros sobresalientes, de perfil muy bajo, pero querido y respetado. A ello sumó, sin estridencias, un discurso con una sensibilidad social y una mirada política nacional y latinoamericana. No abunda esa profundidad en el mundo del fútbol.

Su salud venía castigada. Después de su momento de mayor popularidad y reconocimiento tras el subcampeonato en el Mundial de Brasil 2014, atravesó momentos delicados. Luchó contra un cáncer de laringe, además de de arrastrar problemas cardiológicos severos que adelantaron su retiro de las canchas cuando se le abría un mundo como entrenador tras los buenos resultados con la Selección y Estudiantes.

Quien escribe estas líneas no lo vio jugar, pero los que sí lo hicieron hablan de un jugador exquisito, de un zurdo talentoso, un número 10 destacado en la época de oro del fútbol argentino en ese puesto. Debutó con la camiseta de River en un partido ante All Boys en 1974 con 20 años. Allí jugó hasta 1978, época que marcó el resurgir del Millonario tras el largo período de 18 años sin títulos. En esos años ganó tres. Quizás si la figura de Sabella no tomó más relieve en el recuerdo es porque allí estaba el Beto Alonso, otro número diez que integran el panteón del futbol argentino, uno de los elegidos en la historia de River.

De allí pasó al fútbol inglés en un período donde varios jugadores argentinos fueron transferidos para disputar un campeonato que hasta esos años no era usual para los futbolistas de estas latitudes. Jugó en el Sheffield y luego en el Leeds United para volver en 1981 a otro equipo que entró en la historia: el Estudiantes dirigido por Carlos Salvador Bilardo.

Más allá del título del mundo de 1986, Bilardo quedó asociado en el imaginario futbolero a un fútbol más utilitario, a complejas martingalas tácticas al momento de armar los equipos. Pero ese Estudiantes de comienzos de los ochenta que ganó un Metropolitano y un Nacional contaba con tres números diez en cancha talentosísimos, junto a Sabella estaban el Bocha Ponce y Claudia Trobbiani. El Nacional de 1983 lo ganó en una recordada final ante Independiente que se definió en la Doble Visera.

Luego pasó por Gremio de Brasil, volvió a Estudiantes, jugó una temporada en Ferro y terminó su carrera en Irapuato de México.

Por más de dos décadas siguió ligado al fútbol, pero con un perfil muy bajo. Fue parte del cuerpo técnico de Daniel Passarella como ayudante acompañándolo en River, la Selección Argentina, Uruguaya y Corinthians, entre otros equipos.

En 2009 le llegó su oportunidad como cabeza de un cuerpo técnico en donde rápidamente obtuvo resultados. Fue el entrenador que llevó a Estudiantes a la obtención de la Copa Libertadores de 2009 definiendo con un triunfo de visitante ante Cruzeiro en Belo Horizonte, una obtención especialmente significativa para cualquier club, para el Pincha fue revivir la gloria de un pasado copero de la mano de Osvaldo Zubeldía.

Con Estudiantes también obtuvo el Apertura 2010, para partir tiempo después a la Selección Argentina que venía del fracaso de la Copa América organizada en el país en 2011 donde quedó eliminada en cuartos de final ante Uruguay en un certamen donde nunca había tenido un buen rendimiento.

La posibilidad en la Selección fue un acierto de Julio Grondona después de varios desaciertos previos con el Coco Basile, Checho Batista y un ciclo tumultuoso con Maradona. Le tocó el momento de mayor fulgor de Messi, Di María, el Kun Aguero y Pipita Higuaín, los cuatro fantasticos. En eliminatorias fue un equipo que tenía una enorme capacidad ofensiva, pero que flaqueba defensivamente.

Así llegó al Mundial de Brasil, siendo una incógnita. Talento había, pero también dudas, iba con expectativas sin estar en el principal lote de favoritos y la verdad es que allí se vió el Sabella entrenador, más estratega. Los cuatro fantásticos, a excepción de Messi, llegaron a la Copa con problemas físicos y extenuados tras una larga competición europea. Quizás más cómodo con ese libreto, pasó a consolidar un equipo más sólido, bien plantado, monolítico y durísimo defensivamente después de algunas dudas iniciales.

Fue un equipo que con mucho esfuerzo metió a Argentina en una final de Copa del Mundo tras 24 años. Una final que aún duele porque se pudo haber ganado, porque contó con las ocasiones para definirla. Ganar la Copa del Mundo en Brasil hubiera sido especialmente significativo, además de poner a una generación de grandes jugadores en un sitial muy especial para el fútbol argentino, aún así es una Selección que a la distancia se guarda un gran recuerdo.

Pero hay otro Sabella que hace especial su despedida. El Sabella humano, el respetado y admirado por sus jugadores, el que sin necesidad expresó opiniones políticas. El que habló de la patria grande latinoamericana, de construcciones colectivas, de solidaridad y que en varias entrevistas expresó su identificación con el peronismo, con el cual incluso militó en los setenta realizando actividades sociales. Otro Inclusive, vecino de Tolosa, durante las inundaciones en La Plata en 2013, muchos recuerdan que abrió su casa, cocinó para muchos de sus vecinos afectados.

Nos toca vivir otra partida dolorosa, muy pegada a una que fue inmensamente dolorosa. Sabella deja un legado y un gran recuerdo, talento, inteligencia, sencillez, humildad, docencia con una especial sensibilidad social. La muerte duele siempre, pero en una figura publica duele cuando esa persona es admirada y respetada, cuando deja algo. Sabella es de los que logró tocar una fibra especial. !Adiós Pachorra!

 

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