ENTREVISTA / David English, un gaucho nacido en Nashville

Conmueve y emociona escucharlo de la forma en que habla de la Argentina. Sonríe con gusto cuando el cronista le dice que siente que él es “un gaucho con acento gringo”. Y es cierto, porque eso es David English, un norteamericano que decidió cambiar de aires el día en que por cuestión de minutos no fue víctima del atentado a las Torres Gemelas, en el corazón de Manhattan. Antítesis de esos argentinos que se van porque dicen que “en este país ya no se puede vivir”, y de varios otros que siempre amenazan con irse pero nunca se van, English asegura que la Argentina es uno de los países “más ricos del mundo, por la calidad humana y las costumbres” de su gente.

 POR: NICOLÁS  AVELLANEDA

En la mañana del 11 de septiembre de 2001 él estaba yendo a una entrevista. Por entonces vivía en Nueva  York y trabajaba en una empresa que instalaba sistemas de wi fi en grandes compañías. Estaba llegando a las Torres Gemelas cuando de pronto un avión de gran porte se estrelló contra una de las Torres: acababa de comenzar el atentado del 11-S. Desde su actual domicilio en Mendoza, David cuenta así aquel momento, el que lo decidió a mudarse de país: “Iba a firmar un contrato, clave para mi carrera, cuando de pronto un avión se incrustó y estalló en una de las torres. Como puedes imaginarte fue un momento muy feo, con escombros y pedazos de vidrio cayendo sobre mi cabeza, humo, gente gritando… Me escapé por poco; ese día perdí mi trabajo, obviamente perdí el contrato que nunca se firmó, pero también perdí compañeros y amigos, incluyendo a cinco argentinos que murieron en el atentado y eran vecinos míos, de mi edificio”.

La suerte quiso que ya conociera Argentina, donde había estado tres años antes: “Me pareció un lugar excelente, en el fin del planeta, con muy buena gente y muy buenas costumbres. Y acá estoy, muy contento, veinte años después –dice, y sigue contando-: Hoy tengo dos micro-emprendimientos: por un  lado, traigo estudiantes universitarios de Estados Unidos a Mendoza para hacer pasantías en bodegas (vienen por dos o tres semanas). Y por otro lado, asesoro a inversores extranjeros para que inviertan en bodegas aquí”.

En un momento en el cual hay quienes ya no soportan vivir en el país, el cronista quiere saber qué dicen los argentinos cuando David les cuenta que está acá hace casi veinte años: “Abren la boca y dicen ‘¿Qué?’  No entienden. Y yo les explico que estoy acá por todas las cosas que no tienen nada que ver con la política ni con la economía. Que estoy por todas las costumbres lindas que tenemos los argentinos, costumbres que nunca cambian, a pesar de cualquier crisis. Siempre nos estamos juntando para tomar mate en un parque, hacer asado con amigos, ir a bailar toda la noche, un poco de cumbia, un poco de cuarteto. Todas esas cosas lindas que tenemos: tomar un fernecito, comer una torta de ricota…Un montón de cosas que tenemos, que son fantásticas y que la gente no se da cuenta”.

Tenemos”, dice David. “Nosotros, los argentinos”, agrega, y conmueve. Es que cuesta entender cómo un tipo nacido Nashville pueda admirar, querer y necesitar cosas tan simples y tan hermosas pero tan lejanas a su cultura de origen como el mate o la música de cuarteto, al mismo tiempo que esas mismas cosas no tengan ningún valor para un argentino. Pero David explica: “Cuando te vas a vivir a Estados Unidos, a Alemania, a Canadá o a Nueva Zelanda te das cuenta que allá no están esas cosas, no hay nada de eso. Domingos consagrados a la familia, eso casi no existe en muchas ciudades de Estados Unidos, como Nueva York, por ejemplo. Y ni hablar de costumbres como una de las que tenemos acá en Mendoza, la siesta. Hay mucha riqueza, en todo sentido, en este país. Para mí es uno de los países más ricos del mundo: por la calidad humana y por las costumbres que tenemos”.

A diferencia de más de un extranjero (el cronista cree que David ya se ha ganado el título de argentino, tenga o no documentos nacionales), vino sin respaldo de nada, ni de nadie: “Cuando llegué tuve que empezar de cero, como los inmigrantes de hace más de cien años. Tuve que montar mi propio negocio, sin la ayuda ni el apoyo de nadie. A veces me preguntan si vine por una iglesia o si soy mormón…Nada de eso. Vine y empecé de cero. Por eso creo que mi familia entendió: estaba empezando mi vida, de nuevo. Tengo una ventaja: mi mujer es mendocina y mi hijo (tiene 10 años) también nació acá”.

Y a diferencia de otros argentinos, al hablar de la peste admite el perjuicio pero no se queja de nada ni de nadie:  “En estos meses de pandemia en verdad se me hace todo muy difícil porque mi negocio de los estudiantes tiene cero ingresos, todo este año y al menos hasta la mitad del año que viene. Por suerte –acá aprendí a que no hay que poner todos los huevos en la misma canasta-, el otro emprendimiento me está salvando la vida. Entre otras cosas, en ese emprendimiento hacemos las declaraciones juradas de los que han invertido en viñedos de Mendoza y entonces podemos seguir cobrando honorarios por ese servicio. Si ese ingreso, no tendría dinero”.

La pregunta surge obligada: ¿cómo se siente, qué piensa David cuando escucha que un argentino dice que acá ya no se puede vivir? “Creo que no se dan cuenta. Y es normal, porque el ser humano suele vivir en una burbuja, en su país, en su ciudad, en su familia, en su cultura. No se da cuenta cómo es la vida, cómo es la cultura en otros países. Siempre pensamos que es más lindo, mejor, en otro lado. Y, sí, en algunos sentidos puede ser que sea mejor. Pero en otros, no. Ningún país es perfecto, todos tienen sus problemas. Y eso de ‘me voy de acá porque allá voy a vivir mejor’, es una fantasía. Puede ser que, en algunos casos, te vaya mejor. Pero eso es de acuerdo a lo que cada uno valora, lo que a uno le gusta en su vida. Para mí, en cuanto a valores –que es lo que más aprecio en la vida- Argentina tiene cosas muy buenas. Para otras personas, con otros valores, tal vez Canadá sería el mejor país”.

Una buena cantidad de argentinos nativos suelen tener un fuerte resquemor hacia lo norteamericano, particularmente por su política exterior. Con cualquier gobierno,  Estados Unidos ha sido siempre (o se ha creído) el gendarme del mundo. Pero eso nunca lo afectó a David desde que vive en el país, y así lo dice: “Hay muy pocos países como la Argentina, donde te dan la bienvenida, en serio y con los brazos abiertos. En Canadá, en Australia y en Inglaterra me han dicho cosas feas simplemente por el pasaporte que tengo, por haber nacido en los Estados Unidos. Y acá, en veinte años, ni una sola vez me han dicho algo feo por ser norteamericano. A lo mejor no están de acuerdo con la política de Estados Unidos o con el imperialismo, pero nunca nadie me dijo acá que soy un hijo de puta por ser norteamericano. Sí me lo han dicho en otros países”.

Seguramente David habrá de mantener su marcado acento de norteamericano. Pero a quién puede importarle si ya aprendió  a hacer asado, si cambió el whisky por el vino tinto y si milonguea de lo lindo, hasta la madrugada, alternando cumbia con cuarteto. En todo caso, pasará de ser emocionante a ser simpático escuchar al gaucho de Nashville cuando diga “cueca” o cuando cante una zamba, con acento gringo.

Entrevista realizada en el programa «De Cultura y de Trabajo»

FM SECLA 106.1 (martes de 17 a 18 hs)

Escribe tu Comentario