Independiente volvió a perder. Ya no es noticia, es lo más común en este presente lamentable desde lo futbolístico. Perdió 1 a 0 con Huracán con un gol de Norberto Briasco.
Venía de pasar milagrosamente en la Copa Sudamericana, con angustia y bastante de fortuna. Cuatro días después perdió ante uno de los equipos más malos (perdón la expresión) del torneo: Huracán. Es más, hace 11 partidos que no ganaba el equipo de Damonte.
Independiente es un equipo sin alma, sin alternativas para llegar al gol, desordenado. Previsible, sin chispa. Voluntades al que un ojo masomemos entrenado en mirar fútbol (tampoco gran cosa) se da cuenta que no hay remedio. No va a hacer un gol, excepto que se de una serie de hechos circunstanciales, donde se conjuguen talento, mucha fortuna y errores groseros del rival. Sino, no hay chances que haga gol. Por eso pierde, empata y cuando las astros se alinean gana un partido.
Huracán es limitadísimo como equipo. Le basto con hacer un gol, acumular gente en el fondo y defender con ganas. Las carencias del equipo de Pusineri hicieron el resto.
Preocupa Independiente y su deriva hacia la nada. Por suerte termina esta Superliga. Empieza la Copa de la Superliga, otro muy posible calvario para el mundo Rojo.
